divendres, 30 de novembre del 2018

Últimas miradas.


Noche fría, ambiente seco. 3 a.m.
Estoy volviendo a casa y tengo hambre.
Tengo hambre de amor, de besos y abrazos.
Tengo hambre de una llamada o quizá de un encuentro.
Reniego.
Muevo la cabeza evadiendo esos pensamientos y sigo al frente.
Paso por ese banco en el que tú y yo nos sentábamos.
Sonrío y me siento.
Empiezo a imaginar la vida que hubiésemos tenido juntos.
Sería maravillosa. Un chalet, dos perros y quizás un niño.
¡No!
¿Dónde viviríamos? Ah sí, en Madrid.
¡Basta! Tengo que dejar de pensar.
Hubiese sido horrible.
De nuevo, muevo la cabeza, voy a tener que mentalizarme de que ya no estás.
Me voy.
Sigo rumbo a casa, ahora sí (desde que te fuiste) mí casa.
Es de noche. Tengo frío y poca prisa.
Voy observando el paisaje, ¡qué bonita es la vida a estas horas!
Veo una sombra, se parece bastante a ti.
No me lo creo.
Estás ahí, eres tú.
Paso por delante, no puedo caer de nuevo.
Me miras, mi intento de ignorarte es fallido y nuestras miradas se cruzan.
Sonríes.
Agacho la mirada y sigo andando.
Tengo ganas de decirte que te vengas, que nos vamos.
Quiero huir contigo.
Pero no.
Solo tengo que cruzar, estoy llegando a casa.
Me giro y sigues ahí. Saco las llaves y entro.
Noche fría, ambiente incómodo. 3:35 a.m.
Me asomo a la ventana y estás mirándome.
Creo que tenemos telepatía, por qué en ese momento, en el que se cruzan nuestras miradas, siento vacío.
Día cálido, ambiente sano. 10:00 a.m.
Me asomo y ya no estás.
Y ya nunca más estás.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada